Pero nadie la vio.
Es decir,
la veían todos
pero no sabían
de cómo se estrellaba en los escollos imaginarios
que ella misma inventaba,
no la vieron romperse
y volar por los aires,
herida, en los fragmentos
en mil ilusiones despedazadas,
porque siempre volvía a ser ella misma,
entera,
la de siempre,
sin que le faltara una sola gota.
Porque el agua no se rompe.
Porque el agua, de verdad,
no se lastima.
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