20.3.12

VOLVAMOS A CASA*

Hoy les voy a contar una historia bien bonita,
de dos niños: él con las manos astilladas
por mantener –en pie– su casa de madera;
ella, con su huesito de nuez que también
llamaba “bunker”.

Ambos tenían pijamas azules,
señal de las buenas cosas de la vida
(la tía Jenny, de New Orleans, las compró
en oferta) esperaban la noche
como si ésta fuera el gran cuarto
de visitas.

A veces, descalzos, corrían
de una gran bestia marina,
de los días agónicos que deja
la guerra.

Él siempre adelante como el Gran Capitán
frente a mares de piedra blanca.
Ella, con los bordes de su falda,
ahuyentando a cuervos que salían
volando con un pedazo de costilla
roída por los perros vigilantes.

El miedo, sí (decir lo contrario
no es lo correcto)
se sentía.

Luis Daniel Pulido














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