Ayer por la tarde me llamó D. Me preguntó si recordaba cuando me detenía en el metro a mirar las fotografias de los desaparecidos. Eso fue lo primero que dijo. Me estremecí al instante.
D.y yo eramos estudiantes cuando fuimos novios, viajabamos todo el tiempo en metro, jugábamos a ser desconocidos en los vagones del tren, me preguntaba mi nombre, me regalaba un beso y luego al salir me cargaba en las escaleras, siempre reíamos. Era uno de nuestros lugares favoritos. Muchas veces en el anden yo me detenía a mirar esas fotografías en blanco y negro, él primero se molestaba porque no comprendía que me tardara tanto, pero yo le hacía ver que era muy importante, porque casi nadie les pone atención, y si un día nos topamos con esas personas desaparecidas podríamos ayudarlas a encontrar su casa, sus familias. Entonces convencido me aguardaba a que memorizara los rostros, los lunares, las cicatrices, los ojos. Cuando estuvimos juntos D. dijo una vez que me amaba porque me detenía a mirar esas fotos, aunque se nos hiciera tarde.
Le dije que claro que recordaba, le dije que le agradecía, cuando se quedó para curarme, le dije que nunca iba a olvidar ese acto de amor, me pidió que no estuviera triste, le dije que no sabía porque no me podían amar como yo amaba, me dijo que eso era mentira, que durante muchos años yo fui lo más importante en su vida, que gracias a mi también él era el hombre que era. Que él era la prueba de que me han amado mucho.
Dijo estar casi seguro de que A. me amaba, que no me pusiera triste. Que las personas tenemos cosas buenas y malas. Que nos equivocamos.
Me tranquilicé.
Cuando D. y yo nos separamos pasó mucho tiempo sin que supiera de él, hasta una tarde que recibí un mensajito diciendo:
Lunita ya sé que son las perseidas, son lagrimas de San Lorenzo, está noche iré a verlas para recordarte.
Hace siete años yo tenía un diario que se llamaba "Las perseidas de Agosto" , creía que yo era como una estrella fugaz, que pasaba, pero siempre había la posibilidad de pedir algún deseo a la eternidad.
D.y yo eramos estudiantes cuando fuimos novios, viajabamos todo el tiempo en metro, jugábamos a ser desconocidos en los vagones del tren, me preguntaba mi nombre, me regalaba un beso y luego al salir me cargaba en las escaleras, siempre reíamos. Era uno de nuestros lugares favoritos. Muchas veces en el anden yo me detenía a mirar esas fotografías en blanco y negro, él primero se molestaba porque no comprendía que me tardara tanto, pero yo le hacía ver que era muy importante, porque casi nadie les pone atención, y si un día nos topamos con esas personas desaparecidas podríamos ayudarlas a encontrar su casa, sus familias. Entonces convencido me aguardaba a que memorizara los rostros, los lunares, las cicatrices, los ojos. Cuando estuvimos juntos D. dijo una vez que me amaba porque me detenía a mirar esas fotos, aunque se nos hiciera tarde.
Le dije que claro que recordaba, le dije que le agradecía, cuando se quedó para curarme, le dije que nunca iba a olvidar ese acto de amor, me pidió que no estuviera triste, le dije que no sabía porque no me podían amar como yo amaba, me dijo que eso era mentira, que durante muchos años yo fui lo más importante en su vida, que gracias a mi también él era el hombre que era. Que él era la prueba de que me han amado mucho.
Dijo estar casi seguro de que A. me amaba, que no me pusiera triste. Que las personas tenemos cosas buenas y malas. Que nos equivocamos.
Me tranquilicé.
Lunita ya sé que son las perseidas, son lagrimas de San Lorenzo, está noche iré a verlas para recordarte.
Hace siete años yo tenía un diario que se llamaba "Las perseidas de Agosto" , creía que yo era como una estrella fugaz, que pasaba, pero siempre había la posibilidad de pedir algún deseo a la eternidad.
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