7.7.14

NO ME ARREPIENTO DE NADA

(...) Sentiré en mis pies correr el agua helada,  somos rocas que soportan marejadas.



Y allí, mientras observaba la posición del sol o me inclinaba sobre la carta con el compás de puntas, sentí de nuevo el orgullo íntimo, legítimo, de quien cree hacer las cosas como Dios manda. De quien, cuando todo se va al carajo, confirma que es capaz de gobernar un barco...  

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